miércoles, 19 de junio de 2013

¿justicia... dónde?



«Nos han robado el pasado de mi padre y el futuro de mi hijo»












Una pareja de jubilados tiene atrapados una herencia y parte de sus ahorros en preferentes y obligaciones, destinados en su totalidad a garantizar la atención futura a su único hijo, discapacitado psíquico

Todos los planes de una vida, los de José y María, nombres supuestos de un matrimonio de jubilados, se han ido al traste por del desagüe de las participaciones preferentes y obligaciones subordinadas, unos productos financieros «muy complejos» que ha estallado en manos de los pequeños ahorradores, gente normal y corriente como estos burgaleses. Su idea, a la hora de atender aquella aciaga llamada del director de la oficina de Caja Madrid, no era enriquecerse por la vía rápida, ni garantizarse unos últimos años confortables y sin preocupaciones; su afán era la razón de su vida:su único hijo, un treintañero con una discapacidad psíquica superior al 90% al que buscaban por encima de todo garantizar su futuro en una institución especializada cuando ellos ya no estén.

La preocupación por el discapacitado ya la tuvo en su día su abuelo, el padre de la madre, que dejó en herencia su patrimonio «para cuidar a un nieto que no podrá ganarse la vida nunca». Es un dinero que nunca se tocó, que los padres redondearon con sus aportaciones y para el que se buscó un producto financiero a largo plazo que tuviese la suficiente flexibilidad para que los tutores el joven pudiesen disponer de fondos suficientes para cubrir sus necesidades futuras, «máxime por cómo está la Ley de Dependencia...».

A mediados de 2010, la Caja (transformada hoy en Bankia y nacionalizada) se puso en contacto con el matrimonio para ofertarle la posibilidad de suscribir obligaciones y preferentes, productos avalados, dijeron, «por la segunda caja de ahorros de España y la cuarta entidad financiera en un país del que todos decía que estaba en la champions league», subraya ahora con ironía el matrimonio, que se acogió a esta aparente seguridad para contratar preferentes en julio de 2009 y obligaciones en junio de 2010, y depositar allí una importante cantidad dinero que prefieren no revelar, aunque aseguran que es un esfuerzo similar al que muchos padres realizan para ayudar en la compra del piso o en los estudios universitarios de sus hijos, algo que no podrán hacer el suyo, que ni habla ni es consciente de sus actos.

«Nos aseguraron que se invertían en un mercado secundario y que si en un momento necesitabas del dinero podrías disponer de él vendiendo una parte de las participaciones, a diferencia de lo que ocurre en un plazo fijo cerrado», explica María, quien insiste en que su hijo puede requerir en cualquier momento una operación o un nuevo tratamiento ante un empeoramiento de su discapacidad. «Nos daban un tipo de interés variable más alto y no nos preocupaba la perpetuidad porque era un dinero para nuestro hijo, que puede vivir 40 o 50 años más».

Pese a la «solvencia contrastada de la empresa» (la información que les facilitaron reproducía con profusión las cuentas de 2007 y 2008, en plena expansión de la entidad), las participaciones nunca se pudieron vender total o parcialmente en el mercado secundario, ni nunca se pudo recuperar el dinero invertido a las 48 horas, tal y como les aseguraron.



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