viernes, 7 de diciembre de 2012

La motivacion


La pedagogía “moderna” ya se ha quedado anticuada. Eso es, al menos, lo que demuestran los resultados que está cosechando nuestro sistema educativo. Es cierto que éste puede no estar aplicando todos sus principios explícitamente, pero no puede negarse que está basado en leyes y normativas amparadas en esos principios, lo que hace que resulte imposible inhibirse de ellos en la práctica.

Uno de esos principios en los que más insisten los pedagogos y otros “expertos” en educación es el de la motivación. Su gran error es querer hacer depender demasiado de la motivación de los alumnos, de forma que si esta falla por cualesquiera motivos todo se viene abajo.

Parecen querer convencernos de que es posible motivar a cualquier alumno para cualquier cosa. Nada más lejos de la realidad, pero además es muy dudable que eso esté bien hacerlo. Por ejemplo: ¿es correcto tener que motivar a alumnos de más de 12 años de edad para que se molesten en traer a clase un bolígrafo? ¿se puede aceptar tener que motivar a los alumnos de más de 12 años a hacer los deberes en casa? Nosotros pensamos a esas edades ya han de saber perfectamente a qué se viene a un centro educativo, han de saber qué se espera de ellos, cuáles son sus obligaciones exactamente igual que conocen a la perfección sus derechos.

Los maestros y profesores no tenemos una varita mágica para motivar a nadie, pero tampoco podemos aceptar que sea necesario hacerlo para todo. La motivación es algo añadido al trabajo diario, no independiente de él. Podremos intentar hacer la asignatura menos árida; podremos explicar cuantas veces sea necesario para que todos puedan seguir el tema que estemos tratando. Podremos intentar conectar lo explicado a la vida real y cotidiana, sabiendo que no siempre será posible. Podremos insistir en actividades prácticas, pero para todo ello, lo mínimo que se necesita es que los alumnos “quieran hacerlo”. Y no puede hacerse depender esta voluntad, la suya, del mayor o menor éxito de las habilidades del profesor de turno. Si se hace, como sugiere la pedagogía oficial, se corre el riesgo de que no se consiga nada.

En realidad puede ser mucho más sencillo que todo esto: se trata de que los alumnos aprendan que han de trabajar en clase y en casa tanto si les gusta como si no, como todos nosotros. Y cuanto antes lo aprendan, mucho mejor.

Texto sacado de : educacioncritica

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